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Acuerdo MERCOSUR–Unión Europea: desafíos estructurales, riesgos competitivos y expectativas comerciales

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Fundación de Estudios Superiores Multidisciplinarios en Regulación y Ciencias
P.I.U. Publio Virgilio Marone
Prensa FESMRC
Por Camila Lisette Maza

El 6 de diciembre de 2024 se logró un acuerdo político entre la UE y los cuatro países fundadores del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay). Este acuerdo birregional genera expectativas económicas, políticas y culturales, y además la oportunidad de acceso a un mercado de aproximadamente 500 millones de consumidores, caracterizado por un elevado producto interno bruto (PIB) per cápita superior a los 33.000 dólares (aproximadamente el 30% del PBI mundial) y un grado de desarrollo tecnológico y normativo de estándares altos.

Desde la perspectiva argentina, las expectativas generadas se concentran en la posibilidad de diversificar y ampliar la canasta exportadora, acceder a nuevos mercados de consumo y atraer inversión extranjera directa (IED). Desde la entrada en vigencia, el acuerdo permitirá que un 74% de las exportaciones del MERCOSUR ingrese libre de aranceles, porcentaje que ascenderá al 92% en un plazo de diez años una vez que entre en vigencia. Tal apertura se presenta especialmente relevante para complejos productivos como el agroindustrial, el automotriz y los servicios basados en el conocimiento, aunque no exenta de restricciones. Sin embargo, no ha sido firmado ni ha entrado en vigor, ya que requiere completar los trámites de ratificación interna en la UE (Parlamento Europeo y estados miembros) y en los Estados del MERCOSUR.

El 3 de septiembre de 2025, la Comisión Europea presentó una propuesta para firmar un acuerdo comercial interino (ITA) que facilite la aplicación rápida de la parte comercial del acuerdo, antes de su ratificación definitiva. Esta medida permitiría un inicio parcial de aplicación bilateral entre la UE y los países del MERCOSUR que completen primero sus procesos de ratificación.

No obstante, resulta fundamental advertir que persisten cuotas y limitaciones para productos agrícolas sensibles en Europa, tales como carne bovina, miel, arroz y lácteos. Pese a ello, el acceso preferencial augura una mayor competitividad relativa del MERCOSUR frente a otros oferentes globales. En este sentido, el acuerdo no solo se proyecta como un catalizador del comercio bilateral, sino también como un mecanismo para la modernización productiva, en tanto impone el cumplimiento de estándares técnicos, sanitarios, medioambientales y laborales de carácter más estricto.

Ahora bien, la industria manufacturera del MERCOSUR podría enfrentar un riesgo significativo de pérdida de competitividad frente a bienes europeos de mayor complejidad tecnológica y productividad. Del mismo modo, el sector automotriz argentino podría ver erosionada su posición en el mercado brasileño debido al ingreso de competidores europeos. Tales desafíos interpelan directamente la capacidad de los Estados miembros para diseñar políticas industriales activas, programas de reconversión productiva y mecanismos de protección transitoria que mitiguen los efectos adversos de la liberalización comercial.

En materia de propiedad intelectual, el acuerdo incorpora la protección de indicaciones geográficas, clave para el sector agroalimentario, sin modificar sustancialmente los regímenes de patentes, datos de prueba o semillas. Este diseño refleja la prioridad del MERCOSUR en acceso a medicamentos y soberanía alimentaria, frente a la estrategia europea de resguardar sus denominaciones de origen.

Desde la óptica de la UE, el acuerdo posee una marcada dimensión geopolítica: le permite reforzar su posicionamiento frente al proteccionismo de Estados Unidos y contrarrestar la creciente gravitación de China en América Latina, al tiempo que consolida oportunidades para su industria automotriz, química y de servicios.

En términos estructurales, el acuerdo se sintetiza en un conjunto de promesas y desafíos: mayor inserción internacional, reducción de aranceles, integración birregional, atracción de capitales externos y una potencial mejora en la competitividad de los países del MERCOSUR. Sin embargo, la contracara de estos beneficios radica en la amenaza para los sectores menos dinámicos, los cuales se ven obligados a desarrollar nuevas capacidades estratégicas para sostener su supervivencia en un escenario de competencia global intensificada.

La clave residirá en la capacidad de los Estados parte de articular políticas públicas que, además de garantizar la estabilidad macroeconómica y la sostenibilidad productiva, logren optimizar las ventajas comparativas dinámicas del bloque. De lo contrario, el acuerdo corre el riesgo de recaer en una vulnerabilidad estructural más que en un motor de desarrollo inclusivo y competitivo.

Camila Lisette Maza - Estudiante de la Fundación FESMRC
Directora actual de la División de Desarrollo y Crecimiento, en FESMRC